lunes, 26 de octubre de 2015

"Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces". Entendiendo el autoengaño


¿Por qué nos engañamos a nosotros mismos?

 
Podría parecer una pregunta tramposa y, sin embargo, no lo es. Nos mentimos a nosotros mismos para mentir mejor a los demás.
 
El autoengaño nos permite sentirnos mucho mejor con nosotros mismos y con los demás. ¿Cuántas veces hemos exagerado al relatar algún hecho en el que hemos sido protagonista? Lo cierto es que, en el fondo, llegamos a creer todo lo que estamos contando, incluyendo la posible magnificación de nuestros logros.
 
Reprimimos los recuerdos penosos, inventamos otros totalmente falsos, racionalizamos el comportamiento inmoral, actuamos sin cesar para elevar la opinión que tenemos de nosotros mismos y recurrimos a toda una serie de mecanismos de autodefensa.

 

¿En qué consiste el autoengaño? ¿Cómo puede ser que el yo engañe al yo?

 
En nuestra mente se almacena información verdadera e información falsa. La información verdadera no necesitamos tenerla presente, por lo que la guardamos en la mente inconsciente. De esta manera, ocultamos mejor la realidad a los otros y, de paso, a nosotros mismos. La información falsa, sin embargo, precisamos tenerla bien presente para construir, en cualquier momento, aquello que realmente nos interesa. Por tanto, la mantenemos en nuestra mente consciente.

 
Nos negamos la verdad. Es muy frecuente que proyectemos sobre los demás rasgos que en realidad son nuestros y luego los ataquemos por ello. Existen investigaciones que muestran como personas que practican comportamientos homofóbicos sienten, sin llegar a ser conscientes de ello, atracción por personas de su mismo sexo. Por lo tanto, los comportamientos de este tipo no dejan de ser más que una manera de ocultar a uno mismo una realidad de la que no se es consciente y que se quiere negar.


Existe un refrán que dice: "dime de lo que presumes y te diré de lo que careces". Nos engañamos a nosotros mismos y nos convencemos que, de esa manera, engañamos a los demás. La mente trabaja continuamente para deformar el flujo de información en aras de parecer mejores de lo que somos.

 

¿Qué coste puede suponernos el mantenemos en el engaño y en el autoengaño?

 
A nadie se le escapa el hecho de que las relaciones sociales y familiares se ven seriamente perjudicadas. Cuando ocultamos nuestro verdadero yo, la energía que consumimos es lo suficientemente importante como para mostrar comportamientos que aquellos que nos rodean llegan a percibir como agresivos y no naturales.
Por otra parte, nuestro sistema inmunitario se resiente por la misma razón anterior. El consumo de energía y de proteínas desvía la atención de nuestro organismo y el esfuerzo excesivo no permite la correcta regeneración de nuestras células defensivas. En consecuencia, cuanto más nos engañamos y por ende, engañamos a los demás, más proclives nos volvemos a padecer alteraciones en nuestra salud.
 
¿Acaso compensa? Tal vez el reflexionar acerca de los comportamientos con nosotros mismos y con los demás nos permita traer a nuestra conciencia lo que realmente somos y realmente pensamos. Si nos reconocemos, podemos trabajar aquello que creemos podemos mejorar y a su vez, mostrar a los demás nuestras verdaderas virtudes.
 




 
 
 

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