domingo, 27 de octubre de 2013

Las palabras son ventanas o son paredes


Las palabras son ventanas o son paredes. Esta frase nos refleja lo que puede llegar a ser nuestra comunicación.

Hace algún tiempo tuve la suerte de tropezarme con la obra de Marshall Rosemberg, "Comunicación No violenta". He de reconocer me ha ayudado a comprender cómo sólo nosotros somos los responsables de la calidad de nuestras relaciones.

Podemos comunicarnos de muchas maneras pero tenemos hábitos adquiridos que nos llevan a juzgar, a interpretar, a ocultar nuestros sentimientos y nuestras necesidades, a exigir, a interpretar desde nuestros puntos de vista, etc.

El proceso de la Comunicación No Violenta se basa en cuatro componentes fundamentales que una vez que comprendemos, asimilamos y ponemos en práctica, nos permite relacionarnos de una manera sana, pacífica y plena.

Los cuatro componentes son:


1. Observación. Observemos lo que ocurre  en una situación dada. No hagamos un juicio, simplemente seamos concretos con lo que sucede. Por ejemplo, en lugar de decirle a nuestro interlocutor: "No tienes consideración conmigo al llegar a esta hora", podemos decirle: "Has llegado media hora más tarde de lo que habíamos concretado". El primer caso se corresponderá con un juicio y es probable que moleste a la persona que seguro tendrá algún motivo para haber llegado tarde. En la segunda opción, le damos oportunidad para explicarse.

2. Sentimiento. Debemos llegar hasta el fondo de nuestro ser y verificar cómo nos hace sentir lo que ha ocurrido. No podemos olvidar, además, los sentimientos de nuestro interlocutor para, de esa manera, poder comprenderlo.

3. Necesidad. Detrás de cada sentimiento se oculta una necesidad. Si no descubrimos cómo nos sentimos, no sabremos la necesidad que se esconde detrás. Imagínate que no pudieras llegar a saber la necesidad que tiene tu coche cuando empiezan a encenderse los pilotos del salpicadero. Si no conocemos las necesidades, no podremos cubrirlas y, por lo tanto, al igual que nuestro coche se estropea, nuestras relaciones sufrirán un deterioro.

4. Petición. Después de una necesidad insatisfecha en un proceso de comunicación, será preciso realizar una petición. Pero es muy importante diferenciar entre una petición y una exigencia dado que en el primero de los casos hay siempre comprensión hacia los sentimientos y las necesidades del otro, pero no así en la exigencia.

Estos cuatro componentes son la piedra angular de una comunicación efectiva y una vez que la he podido poner en práctica os aseguro que funciona y lo hace porque se fundamenta en la compasión de la persona que sabe dar y recibir.


Me gustaría compartir con vosotros un pequeño extracto de la novela que estoy escribiendo. Se trata de la conversación entre una madre y un hijo que llevan distanciados mucho tiempo. La madre decide que es hora de recuperar lo que antes les unía y lo invita una noche a una cena que significará un nuevo comienzo en su relación.


No esperó que el tiempo transcurriera en el silencio en el que estaba envuelta su relación. Entendía que era ella la que tenía que dar el primer paso así que aprovechó el momento en el que su marido había viajado a un congreso en Londres, para invitar a su hijo a cenar. Probablemente esa conversación supuso un punto de inflexión que recuperaría a Julia de su letargo existencial y proporcionaría a madre e hijo una compenetración como nunca antes la habían vivido.

—Daniel, hijo, desde hace algún tiempo observo que prácticamente no hablas con nosotros. Cuando eras un crío me confesabas todos tus devaneos amorosos con las chicas. Ahora ya no compartes tus desvelos ni tus sentimientos conmigo.

Daniel, con la cabeza baja, para no cruzar su mirada con la de ella, respondió:

—Es cierto lo que dices, mamá. En estos últimos años no he sido más que una carga para vosotros. Podéis estar tranquilos ya que en breve dejaré de serlo.


El rostro de Daniel se mostraba tenso y la brusquedad con la que había respondido a su madre, la sobresaltó. Sin embargo, ella se había propuesto conciliar sus diferencias y, con tono suave y sereno, continuó.

—Hijo, te agradezco enormemente la claridad con la que me hablas. Todo este tiempo me he sentido, además de triste, fracasada como madre. No sabía qué es lo que estaba haciendo mal pero reconozco que tampoco me atrevía a mostrarte mis verdaderos sentimientos.

Daniel continuaba con la mirada hacia abajo pero en su rostro y en la tensión de sus brazos se percibía la lucha interior de un joven que había deseado acercarse a su madre pero no había sabido cómo hacerlo.

—Necesito estar a tu lado, Daniel. Me gustaría conocer qué es lo que necesitas tú. Tal vez, de esa manera, podamos volver a tener la comunicación que teníamos antes. Lo que tú sientes es muy importante para mí.

Daniel levantó por primera vez la cabeza.

—Mamá, lo único que he querido siempre es vuestro apoyo. Cuando era pequeño, tú me contabas cómo te habías dejado convencer por el abuelo y cómo esta circunstancia había marcado tu vida. Una vez me dijiste que no permitirías nunca que eso me ocurriera a mí. Sin embargo, cuando papá me mostró su decepción por no querer ser médico, no percibí tu ayuda. Me sentí decepcionado y triste y esa circunstancia ha marcado el camino que he entendido debía seguir y que lo tendría que hacer en solitario.

Esta vez fue Julia quien bajó la mirada hacia el plato que tenía delante. Si bien sonaban muy duras las palabras de su hijo, en su fuero interno reconocía la lógica de sus sentimientos.

—Veo que realmente te has sentido solo. Comprendo tu decepción y tu desaliento. Ahora entiendo que no he sabido mostrarte lo orgullosa que estoy de ti. Tal vez el ver que mi hijo sí ha sido lo valiente que yo no supe ser en su momento, me hizo creer que ya lo tenías todo y que no necesitabas más. Ahora entiendo que no supe hacerlo y lo siento de veras. Quiero arreglarlo, Daniel y necesito que confíes en mí. Realmente me siento muy orgullosa de ti y voy a estar a tu lado en todo momento.

Daniel no pudo contener las lágrimas. Por primera vez en su vida, uno de sus padres había mostrado realmente sus sentimientos en su presencia y la conexión que se estableció entre ambos le daría las suficientes fuerzas para enfrentarse a un futuro que sabía complicado. Quiso contener las enormes ganas de abrazar a su madre para evitar un espectáculo gratuito al resto de los comensales, pero la mirada que ambos cruzaron mostraba una complicidad lo suficientemente evidente como para comprender que no se privarían de dicho abrazo unos minutos más tarde.







3 comentarios:

  1. Querida Cristina Genial ! tu forma de transmitir con tanta claridad las claves de la comunicación siguiendo al maestro Marshall Rosemberg, "Comunicación No violenta".
    Gracias por compartir en primicia, este pasaje tan emocionante de tu nueva novela que estoy deseando leer.
    Abrazos

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  2. Muchísimas gracias, Sara, por tus palabras y por estar siembre ahí. Besos

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  3. Me gustaría poder leer el libro de Rosenberg, sabe si está editado en español y dónde se puede conseguir?

    Muchas gracias

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