Nuestra mente parece tener siempre una gran actividad. Permanentemente se encuentra ocupada trabajando, deliberando, decidiendo, juzgando, etc. Si pensamos y reflexionamos sobre ello, podremos comprobar que es cierto. Incluso cuando nos encontramos en silencio, o durmiendo, nuestra mente sigue trabajando.
Disponemos de una mente consciente y una subconsciente:
La mente consciente, es la mente lógica, racional o pensante. Se encarga de programar todos nuestros actos y de tomar nuestras decisiones.
La mente subconsciente es la instintiva o intuitiva. Es el disco duro o centro de la memoria y, por tanto, es nuestra mente programable.

La mente subconsciente constituye el otro 90-95% y se encarga de grabar, guardar y recordar información. No tiene el poder de rechazar nada ya que no distingue entre lo que es bueno y lo que es malo o si lo que está guardando es real o imaginario. Acepta toda la información con el mismo valor y lo guarda en la memoria como lo haría cualquier ordenador. Todos los pensamientos negativos tienen para ella el mismo valor que los positivos.

La mente subconsciente es también la mente emocional; regula los niveles hormonales del cuerpo y controla los instintos de luchar o huir en situaciones que afecten a la supervivencia. Cuando prevé un peligro, envía instrucciones al organismo para que segregue la hormona adrenalina en la corriente sanguínea, incrementando los latidos del corazón, acelerando la respiración y aumentando la presión sanguínea. Todo esto prepara al cuerpo para que se enfrente al peligro o para poder huir rápidamente de él. No necesitamos pararnos a pensar conscientemente; no evaluamos cuánto aumentan los latidos del corazón o si es hora de comenzar a respirar más rápido. Todos estos cambios ocurren automáticamente. Estos comportamientos se encuentran grabados genéticamente pero existen otros que son aprendidos y, con el tiempo, llegan a convertirse en automáticos.
Algunas personas, por ejemplo, poseen actitud pesimista y reaccionan negativamente ante todo, casi automáticamente. Sin embargo, nadie nace con una actitud negativa; se trata de un comportamiento aprendido o socialmente condicionado por el medio. Este condicionamiento termina por programar nuestras actitudes en lo más profundo de nuestra mente subconsciente.

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